Cómete
una Flor
Christian
Galarreta es el secreto mejor guardado de la música peruana
en décadas. A pesar de su juventud posee un nombre y un prestigio
que le han otorgado un sitial de preferencia en los círculos
vanguardistas más selectos del planeta. ¿Quieres saber
por qué?
Al llegar a la casa de Christian Galarreta (33) en el ciertamente
peligroso distrito del Rímac, donde uno puede sentir en la
piel esa real voluntad de poder de algunos de nuestros compatriotas
que han logrado reírse de la adversidad, no puedo evitar
relacionarlo con todo lo que él representa: en los 90’s
formó parte del colectivo de música etérea
y post rocker limeño Crisálida Sónica con su
banda de “rock y ruido” Diosmehaviolado (sic). “En
esa época – nos cuenta - me vestía de colores,
zapatos de diferentes colores, tenía mi cuarto todo pintado
lleno de frases, y el baterista con quien tocaba entonces, Aldo
Castillejos, cuando estábamos pensando cómo llamarnos
vio que había escrito con colorete en la pared esa suerte
de poema y así surgió aquel nombre”. Ya para
1997 Galarreta había empezado una nueva aventura llamada
Evamuss, la cual hoy muchos de los jóvenes vanguardistas
peruanos no dudan en reconocer como la pionera en estas latitudes
de la música electrónica experimental no académica.
En
ese entonces pocos apostarían a que este artista, que en
sus inicios flirtearía con el Conservatorio Nacional de donde
saldría decepcionado debido al atraso de la Institución
y de sus maestros, sería considerado por los enterados, años
después, uno de los músicos experimentales más
importantes de Latinoamérica.
Galarreta
acaba de venir de una estadía de 12 meses en tierras aztecas
a donde viajó tras ganar el premio dado el 2008 por el CENART
(Centro Nacional de las Artes de México) a su ingeniosa instalación
sonora “Amarus”, en el marco de la primera exposición
de arte iberoamericano. El año 2007 anduvo por Europa presentándose
en distintas locaciones de España, Francia y Alemania además
de convivir y codearse con algunos de los miembros de la crema y
nata de la música experimental contemporánea como
Francisco López, Zbigniew Karkowski –ambos han visitado
el Perú cortesía de la Fundación Telefónica-,
Julien Ottavi, et. al.
Pero
a Christian las distinciones acumuladas todos estos años
casi le tienen sin cuidado. Mientras conversamos en la pequeña
cocina de su departamento acompañados por la dupla argentina
Termotank, quienes han venido para presentarse en el Festival Asimtria
en Arequipa, Cuzco y Lima, explica: “como decían el
otro día – habla de uno de los talleres dados en Asimtria
- esto es de valientes, al final te quedas sólo a pesar de
que la gente se acerca por moda; antes fue por el post-rock, luego
por la música electrónica ahora está de moda
por el arte sonoro”
El
Perú es una tierra de paradojas y contradicciones, qué
duda cabe. Hoy los jóvenes más inquietos del país
incluso en ciudades como Huancayo, La Oroya, o Arequipa, están
entregándose con pasión a una nueva forma de hacer
arte con el sonido sin contemplación a los viejos parámetros
ideados por la aristocracia europea hace siglos, sin embargo la
mayoría de los críticos de rock o música hecha
por jóvenes parecen considerar, de una manera obscenamente
tonta, que la música experimental es sólo una enfermedad.
Tal
entendimiento es mayormente detectable en lugares como el Perú
ya que en países como Inglaterra, Rusia, España o
Argentina el trabajo de artistas como Christian Galarreta es valorado
en su justa medida. No hace mucho se enteraría Christian
que una pieza suya había sido incluida en una antología
publicada por el renombrado sello belga Sub Rosa dedicada a la música
electrónica y el ruido junto a luminarias de la talla del
norteamericano Charlemagne Palestine o del ruidista japonés
Massimo. A todo esto Galarreta sólo añade: “siempre
he estado relacionado con el sonido y la música porque así
puedo ser, no encuentro otra forma… si no hago esto me muero,
no podría respirar o saldría a hacer mierda al mundo
tan jodido que está”
Atrás
han quedado sus coqueteos con el shoegaze, el ambient, la IDM y
demás corrientes de vanguardia o su admiración por
artistas como Karlheinz Stockhausen, John Cage o el impresionante
futurista italiano Luigi Russolo, más atrás aún
yacen sus largas temporadas en el infierno rodeado de compañeros
de clase en el Salesianos, poetas sanmarquinos y una breve lista
de viejos amigos de barrio, verbigracia el omnipresente “negro
Walter”. Incluso genios como Nietzsche, Novalis o Eielson
han dejado huella en un alma esculpida por los vientos de Markahuasi
y las más etéreas visiones provocadas por los atardeceres
en el mar de Lima, la sublime.
Quizás
en estos momentos Christian Galarreta esté preparando maletas
para retornar ya a México, donde le esperan nuevas y provechosas
propuestas artísticas que por coincidencia o por desgracia
las instituciones de su país no han sido capaces de formularle,
o tal vez esté encerrado en su habitación escuchando
atentamente algún disco de ruidismo aventajado o sólo
esté caminando en el Rímac embelesado por la caótica
atmósfera que absorbe a cada paso en una ciudad que ya en
el siglo 21 es capaz de originar tales naturalezas sin pedirle permiso
a nadie. Amable lector, ¡deja que te pase a ti!
Wilder
Gonzales Agreda
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